Page 157 - La Nave - Tomas Salvador
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generoso  al  parecer—,  pero  eran  incapaces  de


            sobreponerse cuando algo les desconcertaba. Dijo:



               —Dina...



               —Ésa soy yo.



               —Ya ves, no tengo manos.


               —Lo sé. Yo las cuidé cuando...



               —Cuando me encontraron los vuestros. ¿Por qué



            lo hiciste?


               Los  ojos  de  Dina  demostraron  una  sincera


            sorpresa.



               —Tú, como Abul, has sido castigado porque nos



            querías. Los wit también te quieren.


               —Me llamo Shim, y lo que dices es verdad.



               Dina, recobrada, se mostró eficiente de nuevo.



               —Tomi, ven, acá y no tiembles.



               —¿Qué                pasa?            —el          pobre             Abul            seguía


            preguntando.



               —¡Oh,  Abul!  Es  que  Shim  no  tiene  manos  y  no


            puede tomar la taza.



               —Es verdad —dijo el ciego, comprendiendo.



               —No tiembles, Tomi.



               —No tiemblo, Dina.



               —¿Quieres que tenga yo la luz?


               —¡Metónl ¡La luz es mía!






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