Page 154 - La Nave - Tomas Salvador
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—Ésos son ellos —dijo Abul—. Hay más, muchos;
pero ellos son los míos y los tuyos.
No comprendía nada; pero era agradable escuchar
aquellas voces. Muy pocas veces en su vida había
tenido ocasión de hablar tanto y de escuchar tantos
sonidos humanos. Por lo visto, entre los albinos se
hablaba más que entre los kros. ¿Por qué? Ya lo
sabría. Dijo, para seguir escuchando aquellas
explicaciones que le ahuyentaban el dolor y el
miedo:
—¿Míos, Abul...?
—Sí. Los wit tienen muchos niños. Son medio
hombres. Los viejos y los enfermos también son
medio hombres. Y los jefes los juntan para que sean
hombres enteros.
Abul hablaba muy lentamente, y a veces era
penoso seguirle en sus explicaciones. Pudo
entender que los jefes wit asignaban cuando menos
dos niños a cada inválido, uno para llevar la luz y
otro para suplir sus sentidos caducos. Antes de que
terminaran las explicaciones, Abul inclinó la cabeza
como si escuchara; sonrió y dijo:
—Ella viene.
Asintió, sin comprender. Pero a poco también él
escuchó una voz de hembra que llamaba: «Abul...,
Abul...»
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