Page 159 - La Nave - Tomas Salvador
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Después, las voces se fueron convirtiendo en un


            eco confuso, en una música extraña. La luz, el fuego


            que oscilaba en la punta del cilindro, le atraía como


            un  imán.  Un  niño  blanco,  sucio,  temblón,  la


            sostenía.  ¿Qué  mundo  era  aquel  en  que  un  niño



            podía dominar y sostener una luz? Aquel mundo


            era la Nave, su Nave. Y los niños eran la avanzada


            de los wit, enviados para que el nuevo contacto no


            fuera demasiado brusco.



               ¡Oh, Dios, qué gran descubrimiento! Lo anotaría


            en el Libro, el amado Libro. Niños y Libro... Blancos


            los dos; él destinado al Libro, y los niños destinados


            a él.



               Pensando  en  ello  cayó  en  una  dulce  sima  de


            olvido.








                                                          Dos



                                                  LAS LUCES



               Cuando  despertaba,  procuraba  no  avisar,  no


            demostrarlo, intentando ganar tiempo. Durante los


            instantes equivalentes a centenares de latidos de la



            sangre  en  los  muñones,  espiaba  a  través  de  los


            párpados semicerrados el deambular de los niños.


            Escuchaba  su  inconsistente  charla  y  trataba  de


            comprender.  Pero  los  niños  usaban  muchas


            palabras para pocas ideas.




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