Page 156 - La Nave - Tomas Salvador
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más  oscuras,  especialmente  en  el  cabello,  largo  y


            suave, y en los ojos, grandes y de dilatada pupila.


            Los  dientes  eran  más  blancos  que  la  piel,  y  los


            labios,  más  oscuros.  Iba  vestida  con  una  túnica,


            apretada a la cintura con otra tela de diferente color.



               No pudo seguir observando, porque la mujer se


            inclinó hacia él y dijo:



               —Toma.



               Le ofrecía la escudilla, con ácido láctico. Siguiendo


            un instinto no perdido, levantó los brazos. Y... Los


            muñones no llegaron siquiera a tocar el recipiente.


            Rompió a llorar, ahora sin dolor físico; pero con el



            dolor  de  sus  miembros  acortados.  La  hembra,


            confundida, dijo:



               —Perdóname, perdóname...


               Abul,  angustiado,  comenzó  a  palpar  con  manos



            inquietas.



               —¿Qué pasa? ¿Qué pasa...?


               Continuó llorando, y la mujer, asustada, abrazó al


            ciego. Los niños, asustados también, emprendieron



            la  huida  hasta  la  puerta.  La  oscuridad  pareció


            avanzar  hacia  ellos,  distorsionada,  grotesca.  El


            ciego seguía preguntando, cerca también del llanto.



               Hizo  un  violento  esfuerzo  para  contenerse.


            Indudablemente,  aquellos  seres  eran  de  simple


            constitución.  Podían  obrar  según  su  instinto  —




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