Page 158 - La Nave - Tomas Salvador
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—¡Oh, callad! La luz para Tomi; y tú, Alan, ayuda
a Abul.
—¿Qué debo hacer? —preguntó el ciego.
—Levantar un poco a Shim. Yo le daré el lecto.
Durante unos instantes los poco prácticos
ayudantes le zarandearon, renovando su dolor y su
vértigo; pero se aguantó, viendo que deseaban
hacerlo bien. Evitó tocar nada con sus brazos, y al
cabo, conteniendo sus náuseas, fue sorbiendo el
contenido de la taza que la mujer aproximaba a sus
labios. El brebaje estaba tibio y dulce, con un sabor
diferente al que siempre había encontrado en la
dieta normal.
Lo mejor, lo que le sorprendía y despertaba en él
nuevos y desconocidos sentimientos, era aquella
torpeza, aquel calor humano hacia él, un réprobo
inútil, condenado a la extinción y el
aprovechamiento. Los wit... Aquéllos eran los wit,
los malditos, los inferiores... Sin embargo, no eran
elementos representativos de los wit; apenas eran
unos niños, una hembra joven y un kros, convicto
como él.
Oyó, como entre sueños, que la muchacha decía:
—Las manos...
—No quiere —respondía Abul.
—Ahora quedará dormido. Tomi, acerca esa luz.
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