Page 152 - La Nave - Tomas Salvador
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oscilaran objetos o formas de abajo para arriba.



               —Déjame tus manos —dijo Abul.



               —¡No!



               —Déjame, Shim. Es bueno que las vea...


               —No.



               —Como  quieras.  Dina  te  colocó  una  plasma  y


            rompió su vestido para envolverlas.



               —¿Dina?



               —Dina es ella.



               Parecía mentira, pero el dolor estaba remitiendo


            mucho. Como si de golpe se le hubiera quitado el


            dolor del cerebro, el dominante, y sólo le quedara el


            latido constante de los muñones. Abul, sentado a su


            lado, aguardaba pacientemente. Se fijó en él: tenía



            el cabello largo como un wit, e iba vestido con sus


            ropas negras. Inmóvil, sereno, mantenía la cabeza


            levantada,  siempre  en  actitud  de  aguardar.  Era


            sencillo, noble y paciente. Todavía, por lo visto, le


            dominaba la extraña pasión que lo había condenado


            a las tinieblas eternas.



               Y  allí  estaba,  aguardando.  Abul  aguardaría


            siempre  las  preguntas  ajenas,  feliz,  sabiendo  la


            contestación.  Comprendió  que  sería  misión  suya


            hacer constantes preguntas para que el ciego fuese



            feliz al contestarlas. Y también tuvo miedo de no


            vivir lo suficiente para hallar respuesta a todas las



                                                                                                           152
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