Page 155 - La Nave - Tomas Salvador
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—Alan.



               —Ése soy yo.



               —Dile que aquí.



               El llamado Alan desapareció. Abul parecía haber


            perdido  todo  interés  por  hablar,  esperando,  sin


            duda, o quizá feliz por recoger los menores sonidos


            que indicaran la llegada de la hembra. Y la mujer


            llegó, llevando en las manos una escudilla llena de


            algo que humeaba.



               —Dina  —dijo  Abul,  no  sabía  si  para  él,  por  el


            placer de nombrarla.



               —Ésa soy yo.



               La  hembra  depositó  la  escudilla  en  el  suelo  y


            después  de  un  leve  titubeo  se  arrodilló  junto  al


            ciego. Los niños, tranquilizados por la llegada de


            uno  de  su  raza,  se  fueron  acercando.  Notó  más


            intensidad en la luz, e, incluso, un agradable calor.



            La  hembra  era  joven  y...  Nunca  había  estado  lo


            bastante cerca de una hembra, fuera wit o kros, o


            cuando  menos  nunca  se  había  detenido  a


            examinarla para apreciar sus cualidades. Por otra


            parte,  se  encontraba  demasiado  dolorido  y


            desmoralizado para establecer comparaciones. Con


            todo,  la  llamada  Dina  era  delgada  y  flexible;  era


            blanca  hasta  —lo  hubo  de  reconocer—  la


            repugnancia.  Su  incapacidad  para  distinguir  los



            colores no le impedía apreciar ciertas gradaciones

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