Page 163 - La Nave - Tomas Salvador
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Una gran risotada ponía, por costumbre, el punto


            final  a  los  juegos  infantiles.  Parecía  como  si


            despertaran a la realidad. Se ponían los dedos en los


            labios,  miraban  en  torno  y  callaban.  Hasta  que


            empezaban nuevamente.



               Lo  que  parecía  deducirse  de  la  incongruente


            forma de hablar de los niños albinos, era que no se


            consideraban  inferiores  a  los  kros;  creían  que  los



            negros se comían unos a otros y que eran malos con


            los wit, no dejándoles salir a las terrazas superiores.


            Los  kros  eran  feos  y  malos.  En  resumen,  dada  la


            poca  potencia  de  la  mentalidad  infantil,  las


            creencias  tenían  pocas  complicaciones.  Los  niños


            siempre volvían a lo mismo: negros, feos, malos, y


            que eran capaces de comerse a sí mismos.



               De  suponer  era  que  los  mayores  tuvieran  otras


            razones, otras mentiras que alimentar, de las cuales


            las alimentadas por Alan, Tomi y compañía no eran



            más que derivativos simples. ¿Por qué pensaban así


            los wit, conociendo como conocían —por lo menos


            en parte— las costumbres y modo de vivir de los


            kros? Generaciones enteras de wit habían trabajado


            en  las  factorías,  jardines  y  estanques  de  los  pisos


            superiores; el trasiego había sido constante a través


            del tiempo, desde que la gran injusticia racial fue



            perpetrada. ¿Entonces...? Siempre que llegaba a este


            razonamiento, abandonaba los, por otra parte, no




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