Page 167 - La Nave - Tomas Salvador
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hasta su cerebro.
La luz, el extraño cilindro, ardía en su rincón. El
cilindro, grueso como la muñeca de un rincón y
largo como el pie de un adulto, estaba colocado en
una punta de una barra de metal. Los niños
sostenían la barra, y cuando se cansaban o querían
marcharse, la dejaban en el suelo; la barra se
sostenía vertical, quizá por tener una punta o un
contrapeso en la parte opuesta a la luz.
Trató de levantarse, evitando apoyarse en los
brazos. Le fue difícil, porque la constitución física
del pueblo kros tenía su debilidad en las piernas,
atrofiadas, según la deducción que había hecho en
tiempos anteriores. Pero lo consiguió, apoyándose
en la pared. Una vez en pie, olvidados
momentáneamente los dolores, se sintió mejor.
Encontraba más difícil mantener el equilibrio;
incluso su debilidad física, por los días de
enfermedad y dieta láctil, era acusada; pero todo
quedaba contrarrestado por la curiosidad.
Se fue acercando lentamente, observando de paso
cómo iban quedando a su espalda las sombras.
Sentíase un poco en ridículo; uno de los mejores
cerebros de la Nave no comprendía lo que para
unos chiquillos era un juego. Y tenía miedo, por
añadidura. Apretó un poco los dientes y se acercó
hasta que el calor suave de la llama le dio en la
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