Page 166 - La Nave - Tomas Salvador
P. 166

se encerraba en su silencio que luego le dolía. Era


            irrazonable, lo comprendía; pero cuando la hembra


            wit empleaba su charla, escasamente superior a la


            de los niños, se irritaba profundamente y deseaba


            que se fuera. Y ella, como si lo comprendiera, se iba.



            Lo  malo  era  que  tras  ella  se  iba  Abul,  el  sereno,


            sencillo y contento Abul. Le dejaban sus niños, el


            portador  de  la  Luz,  Tomi  y  el  audaz  Alan,  que


            también se cansaban de estar quietos, sofocando sus


            gritos y risas, y se escapaban.



               Como  entonces,  cuando  deseaba  escuchar  más


            ruidos,  más  gritos,  más  signos  humanos  que  le


            hicieran  compañía...  Y  se  encontraba  solo,  en  la


            oscuridad...







               Una de las veces, los niños se marcharon, sin duda


            por  poco  tiempo,  porque  se  dejaron  la  luz  en  un


            rincón. Se sintió acompañado. Aunque el terror de


            los          primeros                 instantes                había             decrecido



            enormemente, todavía la oscuridad era para él una


            negación  del  tiempo  y  la  vida.  Ver  las  cosas


            significaba  entenderlas.  Donde  nada  había,  nada


            podía comprender. La oscuridad era el resumen del


            vacío, de lo incomprensible, de lo indigente. Hasta


            las  cosas  que  existían  y  que  era  imposible  se


            desplazaran,  dejaban  de  tener  un  sentido,  una


            realidad  formal.  La  oscuridad  lo  arrasaba  todo,




                                                                                                           166
   161   162   163   164   165   166   167   168   169   170   171