Page 170 - La Nave - Tomas Salvador
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Abul,  sorprendido  sin  duda  ante  una  voz  que


            escuchaba fuera del lugar habitual, preguntó:



               —¿Qué pasa, Dina?



               —Está levantado, mirando la luz...



               Pero  entonces,  rota  la  coraza  de  nervios  que  le


            habían  levantado  para  acercarse  a  la  luz,  se


            encontraba  mareado  y  cansado.  La  debilidad  le


            hacía tambalear. Dina, comprendiéndolo, tomó con


            cuidado uno de sus brazos y se lo pasó en torno al


            propio  cuello.  No  pudo  evitar  un  respingo  de


            repugnancia al entrar en contacto su piel desnuda


            con la piel desnuda de la hembra wit. Pero lo cierto



            era que se encontraba mejor, más seguro. Dina le


            llevó poco a poco junto al lecho.



               —No —dijo—. Quiero estar sentado.


               Alan  partió  corriendo  y  volvió  a  poco  con  un



            asiento.  Se  dejó  caer  en  él,  agradeciendo


            íntimamente haber dejado de estar en contacto con


            la piel blanca.



               Calmada un poco la agitación de su pecho, pudo


            darse  cuenta  de  que  por  primera  vez  estaban


            presentes  wit  de  mayor  edad  que  los  niños


            ayudantes.  Eran  mujeres;  lo  denunciaban  sus


            rostros lampiños; y la gracia de sus formas indicaba


            su juventud. Algunas llevaban luces también, pero


            en seguida las apagaron, soplando sobre ellas, hasta



            dejar  solamente  dos.  Nuevamente  se  sintió

                                                                                                           170
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