Page 171 - La Nave - Tomas Salvador
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extrañado.
—¿Cómo lo hacéis? —preguntó.
—¿El qué?
—Matar la luz.
Dina, sonriendo, dijo.
—No la matamos, Shim. Mira cómo la enciendo de
nuevo.
Y la joven hembra tomó un cilindro, lo arrimó a
otro qué conservaba la luz e inmediatamente se
inflamó su punta. Nació otra luz.
—Ya está, Shim. Ahora la apago.
Y sopló de nuevo. No comprendía,
decididamente.
—¿Por qué la... apagas?
—Gasta el aire, Shim —dijo Abul, feliz por
comprender.
—Déjame —pidió.
Dina repitió la operación y acercó el cilindro.
Sintió de nuevo el calor de la llama. Sopló
ligeramente y el fuego se tambaleó. Sopló más
fuerte y se apagó, dejando un rastro oloroso,
particularmente fuerte, pero no desagradable.
Las mujeres y los niños debieron considerar
gracioso el soplido, porque comenzaron a reír como
locos, como si estuvieran divirtiéndose mucho. Se
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