Page 183 - La Nave - Tomas Salvador
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—Perdonadme —dijo, avergonzado—. Me gustó


            aquel anciano. Era digno y noble.



               —Todos los wit lo somos.



               —Desde luego, muy nobles y muy dignos.



               Duros  para  la  ironía,  los  albinos  interpretaron


            literalmente  sus  palabras.  El  llamado  Mons


            intervino:



               —El  kros  no  tiene  manos,  pero  tiene  lengua:


            ¿verdad, padres de las familias?



               En  la  puerta  comenzaban  a  agruparse  hombres,


            mujeres  y  niños,  pugnando  por  entrar.  Tanto


            pugnaron que acabaron cayendo en la estancia diez


            o doce, en posturas poco airosas. Pudo comprobar


            que  las  muchachas  no  llevaban  ninguna  prenda


            debajo  de  la  túnica.  Los  varones  patriarcas  se


            montaron  por  tercera  vez  en  el  carro  de  la  risa  y



            fueron  secundados  desde  afuera.  ¿No  acabaría


            nunca aquello? Nunca hubiera supuesto que los wit


            fueran tan jocundos. Abul, a su lado, se inclinó para


            murmurar:



               —Déjalos reír; es bueno...



               Por fin, uno de los padres reclamó silencio:



               —Nos diviertes, kros; pero no contestas.


               —Se llama Shim —dijo Dina.



               —Éste soy yo —repuso.



               Les  agradó  la  adopción  del  modo  wit  para  el


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