Page 180 - La Nave - Tomas Salvador
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a los niños y a las mujeres. Dicen que están mejor
preparados. Si ellos te aceptan, los jefes te
presentarán a sus familias. Te aconsejo, Shim, que
no tengas miedo a los wit. Son buenos, son...
—Son diferentes, Abul. Gracias, Abul. Quiero
dormir.
—Duerme.
—¡Quiero estar solo!
—No es bueno estar solo. Pero si quieres, me iré.
Y el ciego se levantó. Comprendió lo que podía
suponer el viaje por los corredores, sin lazarillo. Y,
arrepentido, dijo:
—Espera que vuelva Dina y tu niño.
—No hace falta. Conozco perfectamente el
camino.
—¿Te has acostumbrado?
—Antes casi no oía, y ahora oigo mucho; antes casi
no olía, y ahora huelo mucho.
—Yo no me acostumbraré nunca.
Abul, sin responder se fue deslizando hacia la
salida con admirable seguridad. Palpó el umbral,
sonrió y desapareció.
Se dejó caer hasta quedar tendido y volvió el
rostro hacia una de las luces. Miró fijamente hasta
quedar deslumbrado.
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