Page 323 - La Nave - Tomas Salvador
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los padres de nosotros, y tienes en los ojos la luz


            de los que sueñan por mí tan conocida. Estoy


            sufriendo,


            Shim; dime: ¿qué hiciste de mi Nave? ¿Dónde está


            mi palabra? ¿Cómo cantar, de ahora en adelante?



            Dije así. Y el hombre, fatigado, con aquella mueca


            suya que todos recordáis, tierna de labios como


            encía


            de niño, y suave en su fatiga, sonrió y dijo:



               —Natto, recuerdo todavía el cosmos de la orgía


            y el grito de los hombres que Kalr acaudillaba.


            Y tengo en la memoria tus palabras, las que


            hablaban


            de la muerte, de la buena o mala suerte en sangre


            a las estrellas. ¿Tu Nave, me preguntas, Natto?



            Aquí la tienes: soy yo mismo, Sad, los hombres


            y los niños. ¿Tuya la Nave? Cierto, Natto, tuya


            entera.


            Te comprendo, te comprendo muy bien. «La Nave


            es mía.»


            Cuando mis brazos eran un palmo mayores


            yo era también un hombre de palabras. Palabras


            escritas en el Libro de los Antepasados. Y, como tú,


            decía: «La Nave es mía.» Ha cambiado el destino,



            pero es fuerte el recuerdo y te diré, si quieres


            escucharme, que sueño a veces con el perdido


            amor.





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