Page 88 - La Nave - Tomas Salvador
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hombres  idearon  dividir  al  día  en  veinticuatro


            horas. De estos días de veinticuatro horas, la Tierra


            tardaba  trescientos  sesenta  y  cinco  días  en  dar  la


            vuelta  al  Sol.  Los  hombres  tenían  unos  aparatos


            automáticos llamados «reloj» sumamente sencillos,



            para  contar  las  horas.  Sé  ahora  por  qué  no  hay


            relojes en la Nave. Y comprendo por qué, sin relojes,


            nosotros hemos perdido la noción del tiempo. Un


            hombre  en  la  Tierra,  sin  relojes,  siempre  podía


            calcular el tiempo por los turnos de noche y día, por


            la  altura  del  Sol.  Nosotros,  dentro  de  la  Nave,


            girando  en  la  noche  implacable  del  espacio,  no


            tenemos  alternativas  de  luces  y  sombras.


            Exteriormente, todo es negrura; interiormente, las



            luces  son  artificiales,  mortecinas;  en  la  Tierra,  el


            calor  o  el  frío  —conceptos  que  comprendo


            literariamente, pero que me cuesta mucho trabajo


            asimilar— indicaban unos ciclos llamados verano e


            invierno.  Nosotros  no  tenemos  más  que  una


            atmósfera  artificial,  siempre  igual.  Ellos,  en  fin,


            tenían  un  mundo  pluriforme  y  desconcertante;



            nosotros tenemos la Nave, que nos ampara y cobija,


            pero que también nos anula en todas las sensaciones


            que han ayudado el constante vigilar del hombre.



               No tengo apenas fuerza para sostener la pluma.


            Necesito apartarme de aquí. Pero no quiero hacerlo


            sin dejar un pensamiento al símbolo llamado Tierra,





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