Page 89 - La Nave - Tomas Salvador
P. 89

Los hombres de la primera y segunda generación


            hablaban de su planeta con un amor extraordinario,


            un amor fuera de mi capacidad emocional, pero que


            me  ha  enternecido  profundamente;  los  restantes,


            hasta que se perdió el recuerdo y, en ocasiones, fue



            sustituido por el odio, con añoranza y tristeza. La


            Tierra  era  —y  debe  ser—  un  mundo  maravilloso


            perdido en el espacio; existían «árboles» y «lagos» y


            «montañas» y «mares»... Estoy llorando, ¡Dios mío!


            A través de veintitrés generaciones he percibido el


            aliento  de  la  Tierra.  Nunca,  nunca  podré  reposar


            junto a  un árbol;  nunca,  nunca podré ver  el  cielo


            azul  y  las  montañas  nevadas.  Soy  una  forma


            inteligente de vida, engendrada en la Tierra, cuya



            forma original nació conformada a las exigencias de


            la Tierra. Pero nunca, nunca, respiraré el aire para


            el cual estaba destinado, ni mis ojos contemplarán


            aquello para lo cual fueron creados. Estoy llorando.








                                                 G‐XXIII: 1110


               He  vuelto,  como  siempre.  Remansado,  pero  no


            conformado. Han transcurrido treinta días, que he



            medido a través de las veces que Saú, el vigilante


            del repositor de ozono, ha entrado y salido de su


            trabajo.  Durante  ese  período  he  tratado  de


            recobrarme.  Puedo  asegurar  que  si  mi  cuerpo


            reposaba en la cámara‐dormitorio, o en un asiento



                                                                                                            89
   84   85   86   87   88   89   90   91   92   93   94