Page 99 - La Nave - Tomas Salvador
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por mil del diámetro de cada estrella. Una nave,
colocada allí (lo llamaron «pasillo» o «corredor»)
adquiría los fenómenos vibratorios de la luz sin
dejar de ser «masa».
Ahora bien, dentro del «pasillo» sobraba, por
decirlo así, el tercer enunciado de la fórmula
einsteiniana: la energía impulsora. El problema
técnico era colocar una nave sin propulsión propia
en el pasillo, lo cual para cohetes o masas pequeñas
era cuestión de cálculos. Pero una Nave habitada (y
que debería estarlo por varios años, y que incluso
de llegar debería servir de centro aclimatador y de
factoría hasta que los humanos pudieran
desenvolverse por sí solos) necesitaba tener vida
propia, o lo que es igual, ser muy grande, cuanto
más grande mejor. Empero, si era grande, enorme,
¿cómo lanzarla?
Aquí entra en acción otro invento humano. Un
ingeniero astronáutico, llamado Costtock, inventó
un sencillo aparato llamado «Transitador», que
anulaba la autopropulsión. Las naves no
necesitaban llevar en sí mismas la energía, lo cual
era maravilloso, porque las máquinas hasta
entonces conocidas necesitaban el noventa y ocho
por ciento de su propio peso y volumen para un
viaje a más de cien millones de kilómetros. El
«Transitador» inyectaba (no lo entiendo, pero así lo
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