Page 101 - Triton - Samuel R. Delany
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Ocasionalmente se había sentido muy atraído hacia las

           mujeres que aceptaban esto. Y había algo en la expresión


           de ella que le aseguraba que nunca llegaría realmente a

           sentirse  demasiado  implicado.  ¿Qué  más  podía  pedir?

           Recompensa para el cuerpo, desafío para el intelecto, y


           ninguna tensión en las emociones. Dio la vuelta, se sentó

           en la esquina de su escritorio ‐interponiéndose entre ella


           y lo que fuera que estaba mirando ahora a sus espaldas‐

           y preguntó:

                —¿Tiene  usted  alguna  idea  de  lo  que  esperan


           realmente que haga con usted? —Dos semanas, decidió,

           como  mínimo...,  al  menos  ocupará  mi  mente.  Incluso

           puede  prolongarse  hasta  tres  o  cuatro  meses...,  como


           máximo. ¿Quién sabe?, puede que incluso al final lleguen

           a gustarse el uno al otro.

                Ella dijo:


                —Ponerme  a  trabajar,  supongo  —y  frunció  el  ceño

           hacia los memorándums que cubrían el tablón de avisos.


                —¿A qué se dedica usted exactamente? —preguntó él.

                Ella suspiró.

                —Cibralógica.  —Lo  dijo  de  una  forma  (seguía


           mirando hacia el tablero de avisos) que sugería que ya lo

           había dicho muchas veces aquella mañana.


                De todos modos, él sonrió y, con un aleteo de asombro

           en su voz, murmuró:

                —¿Cibralógica...? —Y, cuando ella siguió sin mirarle,




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