Page 122 - Triton - Samuel R. Delany
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casi con toda seguridad no acabaría en su propio campo
sino que, dado el estado de las cosas debido a la situación
económica, cada cual tenía que conformarse con lo que
salía; cuando le dijeron que probarían en metalógica, se
preguntó si iba a conocer al rubio alto con la ceja de oro.
Sí, se había sorprendido cuando se dio cuenta de que él
era la persona que estaba sentada detrás del escritorio y
a la que había sido asignada como ayudante. Sí, Tetis era
una ciudad pequeña. En medio de todo aquello llegó la
hora de comer, y él le dijo dónde estaba la cafetería del
edificio y la envió allá arriba, tras decidir que él comería
algo envuelto en plástico a solas en la oficina. Cinco
minutos después de que ella se fuera, recordó que estaba
intentando tener una aventura con la mujer. Enviarla a
comer sola no había sido un buen movimiento si su meta
era ésa, así que se apresuró tras ella.
Justo detrás de las dobles puertas de la cafetería
estaban las Siete Hermanas Ancianas (cuatro de las
cuales, al menos, eran mujeres), con sus capas de cuentas
y sus pañuelos plateados. Hacía un año o así habían
venido a trabajar a la hegemonía; durante unos meses,
los rumores las habían convertido en algo parecido a un
mito hegemónico. Eran las últimas supervivientes de
alguna secta a la que se habían unido a los tres o cuatro
años de edad, una secta que, durante las últimas ocho
décadas o más, había eludido toda instrucción,
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