Page 247 - Triton - Samuel R. Delany
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pertenecía a «esa categoría» que, aunque no rompía la
relajada seguridad superficial, clavaba una inquietante
cuña en el interior.) Deseó que hubiera alguna razón
evidente para que le desagradara la reunión. Pero no
había nada de la plástica buena voluntad que encostraba
una reunión como la de Philip, que te hacía desear
romperla a golpes de maza. Las fiestas en este lado de la
línea n‐r eran simplemente más relajadas, más
informales, más tranquilas. No había nada que él pudiera
hacer.
Durante la siguiente media hora meditó varias formas
de pedirle a ella (a la que sólo podía ver con el rabillo del
ojo, pero que podía sentir encajada cálidamente bajo su
brazo) que abandonara su vida con la comuna y se fuera
con él para... ¿qué? Deseaba hacer algo por ella.
Finalmente, se contentó con desarrollar una especie de
cadencia sexual, una serie de caricias, actos, posiciones,
de creciente intensidad, a realizar con ella cuando
regresaran a su habitación..., y en un momento de
relajación en el que nadie estaba hablando con ella volvió
la boca hacia su oído:
—Ven..., deja que te tome.
—¿Qué? —murmuró ella.
—Ven conmigo. Sígueme de cerca. Haz lo que yo
haga... —y la condujo al vestíbulo.
Hicieron espléndidamente el amor..., aunque, sólo a
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