Page 36 - Triton - Samuel R. Delany
P. 36

rostro  (mucho  más  limpio  que  el  del  gorila  que  había

           rescatado a Bron de la mujer), hizo una irónica mueca.


                Y ella, de nuevo, estaba sonriendo.

                —¡Oh, vamos! ¡Sigámosle!

                —Bueno,  si  quieres...  —Él  todavía  se  estaba


           preguntando por qué la seguía a ella.

                ¡Pero ella  cogió  su  mano!  Él  pensó  en  ello  con  una


           exclamación. Y pensó también: ¡Ésta es la primera cosa

           que me ha ocurrido hoy que merece un pensamiento! ¡Y

           ese pensamiento (pensó) era el segundo...!, lo cual inició


           un infinito regreso del placer, sólo interrumpido cuando

           ella lo cogió ahora por la muñeca y tiró de él doblando

           una esquina: en la pequeña plaza brillaba intensamente


           un bidón, dentro del cual se había encendido un fuego

           que  arrojaba  copos  de  luz  sobre  la  guitarra  de  la

           muchacha  del  pelo  negro;  ésta  se  volvió,  rasgueando


           lentamente. La música (el acróbata que les precedía dio

           una pirueta final y, tambaleándose y riendo, quedó de


           pie) se aceleró.

                Algún hombre empezó a cantar.

                Bron lo buscó y vio el cartel ‐más bien el mural‐ en la


           pared del fondo:

                Una bestia alada montada por un jinete, una mujer


           casi  desnuda,  se  alzaba  por  entre  azotantes  ramas.  La

           expresión  del  jinete  era  extática,  con  sus  flexionados

           brazos  envueltos  en  bronce.  Las  riendas  de  cadena




                                                              35
   31   32   33   34   35   36   37   38   39   40   41