Page 39 - Triton - Samuel R. Delany
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desnudo  y  mugriento,  aquello  era  una  mujer...,  o  un

           hombre  castrado  con  cicatrices  en  los  pechos.  No  era


           pues el gorila asaltante.

                La canción prosiguió.

                ¿Cómo era posible (Bron apartó la vista para no ser


           observado mirando) que la hubiera confundido a ella con

           aquel otro? (Algunos más se habían unido a la canción. Y


           algunos más.) Su rostro era más ancho; bajo la suciedad,

           su pelo era castaño, no azul; de su cuello sólo colgaba una

           única y oxidada cadena.


                La  canción  que  cantaba  (entre  la  docena  de  otros

           cantantes) era hermosa.

                Las  voces  eran  ásperas;  más  de  siete,  roncas,


           titubeantes,  inseguras,  desafinadas.  Pero  lo  que

           cantaban...

                Bron sintió que alguien apretaba su mano.


                ...ascendía y ascendía, definiendo un acorde en el que

           la       siguiente              nota,          en        suspensión,                encajaba


           maravillosamente. Sintió escalofríos en su espalda y en

           su  vientre.  Dejó  escapar  el  aliento,  inspiró  de  nuevo,

           intentando  inhalar  las  palabras,  pero  solamente  captó:


           «...todo ónice y fruncida sangre de paloma...», perdió una

           estrofa y aferró otra: «...amor como la tos de un motor


           helado...», lo cual, en términos de la docena de palabras

           que había oído primero, era profundo.

                La  mujer  en  la  cuerda  empezó  a  cantar  en




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