Page 538 - Triton - Samuel R. Delany
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época,  durante  su  primer  año  de  vida,  podía  esperar

           recibir  menos  de  la  mitad  del  contacto  físico  con  sus


           padres del que recibiría un niño. Sabemos por dolorosa

           experiencia  el  efecto  que  tiene  el  contacto  físico  en  la

           infancia  sobre  todo,  desde  la  fuerza  futura  hasta  la


           autonomía psicológica. Tenemos estudios de esos años

           que  muestran  que  el  padre  medio  norteamericano


           pasaba,  por  término  medio,  menos  de  veinticinco

           segundos al día jugando con sus hijos de menos de un

           año, y los padres europeos de clase media aún menos...,


           así que la identificación intersexual necesaria para lo que

           consideramos una madurez sexual, no importa la forma

           en que las proclividades sexuales adolescentes se fijaran


           finalmente,  es  difícil  que  se  haya  producido  nunca

           excepto  por  accidente.  Inmediatamente  después  de  la

           Segunda  Guerra  Mundial,  hubo  una  insidiosa


           superstición  acerca  de  que  los  niños  solamente  debían

           tener relación íntima con un adulto durante sus primeros


           tres  años.  Pero  las  estadísticas  muestran  que  esto  no

           produjo  más  que  algunos  individuos  enormemente

           celosos y posesivos..., con madres esquizoides. Nuestra


           actual superstición, y que parece funcionar, aquí fuera, es

           que el niño debería disponer al menos de cinco relaciones


           íntimas,  es  decir,  vida,  amor,  alimento  y  cambio  de

           pañales, con adultos..., preferiblemente con cinco sexos

           distintos. La mutación es posible, pero la equiparación de




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