Page 150 - Anatema - Neal Stephenson
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caliente que emitiría gran parte de su energía como luz


          ultravioleta y rayos X. Pero, paradójicamente, el complejo,

          del tamaño de una casa, fuente de la energía, tenía un color

          naranja rojizo, y sólo una fracción de la radiación mortal


          se filtraba por sus bordes o rebotaba en algunos puntos del

          suelo. Cuando Jesry y yo nos acercamos, nos pareció un

          gigantesco  cubo  de  ámbar  rojo  con  dos  formas  negras


          atrapadas en su interior: no eran insectos, sino humanos.

          Los humanos cambiaban de posición de vez en cuando,

          sus siluetas se ondulaban y se retorcían.


            Vimos que esa máquina estaba rodeada por una cortina

          de una sustancia roja como la gelatina sostenida por un


          sistema  elevado.  La  luz  azul  habría  podido  salir

          directamente y matar gérmenes de las vigas, pero no podía

          recorrer la planta y matar a la gente. Para Jesry y para mí


          era evidente que la cortina roja había sido diseñada para

          permitir  sólo  el  paso  de  luz  de  baja  potencia  —que


          nuestros ojos percibían como roja—.  Para la luz  de alta

          potencia —que nosotros habríamos visto azul en caso de

          haber podido verla— era tan opaca como una lámina de


          acero.

            Recorrimos el perímetro, más o menos del tamaño de dos

          módulos de alojamiento contiguos. A través de la pared


          de gelatina de color rojo era difícil distinguir los detalles

          de la máquina, pero parecía contener una mesa gruesa, lo

          suficientemente  grande  como  para  que  cupiesen  diez


          personas, que se movían de un lado para otro. En su centro



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