Page 148 - Anatema - Neal Stephenson
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retorcido o roto a causa de un suceso traumático que sólo
podíamos imaginar.
Un sendero de pisadas grasientas nos llevó hasta la
puerta trasera. Se abría directamente a una sala cavernosa.
Los dos agachamos los hombros al cruzar la puerta. Ya en
el interior, vacilamos. El espacio era demasiado grande
para iluminarlo por entero artificialmente, así que la
mayor parte de la iluminación era la luz natural que
entraba por paneles traslúcidos situados en la parte
superior de las paredes, cada uno rodeado de una neblina.
Las paredes y suelos estaban oscurecidos por los años, el
humo y la grasa. De las vigas superiores colgaban ganchos
y cadenas. La luz que los rodeaba les daba un aspecto
larguirucho y corroído. El suelo se perdía en la oscuridad
y la neblina. Muy espaciadas, había masas achaparradas,
algunas no mayores que un hombre, otras del tamaño de
una biblioteca, cada una construida alrededor de una
colina de metal, en la distancia lisa y redondeada, de cerca,
áspera, lo que me llevó a suponer que las habían fabricado
con el antiguo proceso de elaborar moldes de arena y
verter en su interior hierro fundido. Donde era preciso
habían cortado el hierro para formar planos, agujeros y
ángulos rectos de metal gris desnudo: patas gruesas que
permitían atornillar las piezas de fundición al suelo, o
largos caminos en «V» por los que podían deslizarse otras
piezas movidas por grandes tornillos. Apiladas junto a
esas cosas o metidas debajo de ellas había montones de
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