Page 149 - Anatema - Neal Stephenson
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cable de cobre enrollado, simétricos y, cuando nos
movíamos, con brillos azul celeste. Tentáculos de cable y
tubos artísticamente doblados habían crecido sobre esas
máquinas como una trepadora explorando un peñasco, y
mis ojos los siguieron hasta que me sorprendió encontrar
a un ser humano vestido con un mono oscuro. En
ocasiones los humanos hacían algo que se podía
considerar trabajo, pero habitualmente se limitaban a
pensar. De vez en cuando las máquinas emitían ruido,
pero en general todo estaba en silencio excepto por un
murmullo sordo que provenía de cálidas cajas a las que
llegaban cables o de las que salían cables tan gruesos como
mi tobillo.
Allí habría en total una media docena de humanos, pero
algo en su postura hizo que no nos atreviésemos a
acercarnos. Se nos aproximó uno que empujaba un carrito
repleto de caprichosas hélices de metal rasurado.
—Disculpe —dije—, ¿está Cord?
El hombre se volvió y extendió el brazo hacia algo grande
y complejo que ocupaba el centro de la nave. Por encima
de ese punto, la geometría adrakhónica racional de las
vigas y las variedades infinitamente más complejas de
neblina retorcida se magnificaban y cobraban cuerpo por
el chisporroteo de luz azul emitida por los fuegos
eléctricos. Si por un telescopio viese una estrella de ese
color, la reconocería como una enana azul y podría estimar
su temperatura: mucho más caliente que nuestro sol, tan
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