Page 213 - Anatema - Neal Stephenson
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que la persona real, aunque parecía aún mayor porque
estaba sobre un enorme pedestal de piedra. Era Cnoüs,
envejecido pero musculoso, de barba y largo pelo blanco
y ondulado, recostado en las raíces retorcidas de un árbol,
mirando con sobrecogimiento y asombro. Como si
quisiese protegerse de la visión, había alzado la mano,
pero no podía resistir la tentación de mirar por encima de
ella. En la otra mano sostenía una púa para escribir. A sus
pies había una regla, un compás y una tablilla con círculos
y polígonos trazados con exactitud.
En su primera visita, Barb no había mirado al techo. Eso
se debía a que el cerebro de Barb estaba organizado de tal
forma que era ciego a las expresiones faciales. Todos los
demás —incluso yo, que había visto la estatua
innumerables veces— alzamos la vista para ver qué
causaba tal efecto en el pobre y anciano Cnoüs. La
respuesta (al menos desde que la estatua residía en este
lugar) era un óculo: un agujero en la cúspide de la bóveda
de la rotonda, en forma de triángulo isósceles, que dejaba
entrar un rayo de luz solar.
—Cnoüs era un cantero genial —dije—. En una tablilla
antigua, realizada antes de que tuviese su visión, se le
describe con un adjetivo que literalmente se refiere a
alguien elevado. Lo que podría significar que se le daba
especialmente bien ser cantero o que era hombre santo de
la religión de su lugar y época. Por órdenes de su rey,
construía un templo para su dios. La piedra la traían de un
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