Page 285 - Anatema - Neal Stephenson
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que sólo un Guardián Fensor consideraría adornos: en su
mayoría, bustos y estatuas de héroes muertos. El más
horrible de todos era un bronce de tamaño natural de
Amnectrus, Guardián Fensor en el momento del Tercer
Saqueo. Se le representaba en la pose que había adoptado
durante las últimas veinte horas de su vida, arrodillado
tras un parapeto observando por la mira de un rifle tan
largo como su altura. Amnectrus estaba forjado en bronce,
pero el rifle y el mar de cartuchos gastados en el que se
hallaba eran reliquias auténticas. El pedestal era su
sarcófago. Me metí detrás. Los dos corrieron rápido por el
pasaje, hacia el lado oeste del balcón. Me dejaron atrás. Me
levanté, miré bien para evitar a cualquier otro y me lancé
por los escalones hasta el patio Regulante. Aterricé en el
suelo tras la pared que recorría el pasaje, luego me apoyé
en manos y rodillas. En esa posición di vueltas hasta dar
con mi celda. Nunca había pensado que me alegraría de
verla.
Ya sólo quedaba un pequeño problema: estaba cubierto
de sudor, el pecho me subía y me bajaba, el corazón me
latía como los rotores de la aeronave, tenía magulladuras
en rodillas y palmas y temblaba de agotamiento y miedo.
Poco podía hacer. Empleé algunas hojas en blanco para
limpiarme el sudor de la cara, me envolví en el paño para
cubrirme todo lo posible y me coloqué con la esfera junto
a la ventana, dando la espalda a la puerta, como si mirase
lo que hubiese allá abajo. Luego no fue más que cuestión
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