Page 367 - Anatema - Neal Stephenson
P. 367
metal apiladas con precisión. Luego agarró el paño frente
a mi pecho, tiró de mí y me obligó a entrar. Cuando
recuperé el equilibrio, ya había cerrado la puerta. Estaba
oscuro. Estaba oculto.
No más de un minuto más tarde, las campanas se
pusieron a repicar de un modo extraño.
Los ojos ya se me habían acostumbrado a la oscuridad.
Corrí el pequeño riesgo de hacer que la esfera emitiese un
ligero resplandor. Las cajas apiladas a mi alrededor
estaban marcadas con palabras y números
incomprensibles, pero estaba cada vez más seguro de que
contenían munición. Había oído historias. La vida de
aquel material era de unas pocas décadas. Luego había
que sacarlo de la Seo y cargarlo en carros para desecharlo.
Todo el concento se pondría en fila en los escalones y
traería la nueva munición hasta aquel piso pasándose las
cajas de mano en mano. Hacía tiempo que no se hacía,
pero algunos de los avotos más ancianos se acordaban
bien.
En cualquier caso, tuve algo en lo que pensar mientras
esperaba a que dejasen de sonar los repiques y durante la
media hora de asamblea posterior. Allí arriba todos
podían seguir con lo que estuviesen haciendo durante
quince o veinte minutos y luego bajar en el último
momento. Así que tardó un rato en vaciarse. En cierto
momento el mismísimo fra Delrakhones ordenó a «todos»
367

