Page 372 - Anatema - Neal Stephenson
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abrir la tapa y sacar la tablilla del Ojo de Clesthyra. Me la
guardé en el paño, lo que me recordó la imagen de Orolo
quitándose el suyo.
Se quedaría allí de pie, desnudo, mientras los avotos
cantaban una canción odiosa para anatematizarlo.
Probablemente la estuviesen cantando todavía. Se suponía
que debías cantarla como si lo sintieses de veras. Quizá
fuese fácil para los Milésimos y los Centenos que no le
habían conocido. Pero sospechaba que desde detrás de la
pantalla de los Dieces llegaban pocos sonidos coherentes.
Fui a la cámara de control del M y M y busqué la tablilla
que Orolo había situado en el objetivo cuando habíamos
estado allí por última vez, antes de que lo cerrasen. Pero
estaba vacía. Alguien se me había adelantado y la había
confiscado. De la misma forma que habían recorrido todos
los nichos que había usado y se habían llevado todos sus
escritos.
Luego hice algo que podría considerarse una estupidez
pero que era necesario: fui al mismo lugar desde donde
había visto a fra Paphlagon y a los inquisidores irse en la
aeronave. Me agaché en la base del mismo megalito y
esperé a que Orolo saliese por la Puerta de Día. Una vez
que hubo abandonado el presbiterio y los avotos ya no le
veían, le habían entregado una especie de saco de arpillera
para cubrirse y una manta de emergencia fabricada con un
material metalizado de color naranja, que se puso sobre
los hombros en cuanto salió a la plaza y el viento lo golpeó.
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