Page 405 - Anatema - Neal Stephenson
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Era un disco negro con miles de finos arcos concéntricos,
cada uno de los cuales correspondía a la trayectoria de una
estrella o un planeta mientras Arbre giraba por debajo.
Atravesaban la imagen varias líneas de puntos rojos y
vetas blancas: el rastro que habían dejado las luces de las
aeronaves que recorrían nuestro cielo. Las del centro,
producidas por naves que volaban a mucha altura, eran
casi rectas. Hacia un borde, el campo de estrellas estaba
plagado de gruesas curvas blancas: naves que iban a
aterrizar en el aeródromo local, siguiendo más o menos la
misma aproximación. En todo el firmamento sólo había
una cosa que no se movía: la estrella Polar. Si nuestra
hipótesis sobre lo que fra Orolo había estado buscando era
correcta —a saber, algo situado en órbita polar—,
entonces, suponiendo que hubiera sido lo suficientemente
brillante para salir en la tablilla, debería haberse visto
como una línea cercana a la estrella Polar, recta o casi recta,
orientada en ángulo recto a los arcos estelares…
moviéndose de norte a sur mientras que las estrellas lo
hacían de este a oeste.
No sólo eso, sino que tal satélite habría dejado más de
una estela cada noche. Jesry y yo lo habíamos calculado.
Un satélite en órbita baja alrededor de Arbre habría
completado una vuelta en hora y media. Si dejaba una
marca en la tablilla al pasar sobre el polo, digamos a
medianoche, entonces a la una y media habría dejado otra
marca, y otra a la tres y otra a las cuatro y media. Siempre
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