Page 538 - Anatema - Neal Stephenson
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En mi vehículo, conmigo y Ferman Beller, iban Arsibalt,
Sammann, los dos fras Centenos, Carmolathu y Haarbret.
En el otro vehículo iban Cord, Rosk, Lio, Barb, Jad y otro
edhariano del cenobio centeno: fra Criscan. Me di cuenta
de una curiosidad estadística: sólo había una mujer, era mi
frater, y además muy poco corriente en lo que a mujeres
se refería. Intramuros no eran habituales los porcentajes
tan apartados de la media. Extramuros, claro está,
dependían de la religión y costumbres sociales
prevalentes en ese momento. Naturalmente, me pregunté
cómo se había llegado a esa situación, y pasé un buen rato
repasando los recuerdos de la larga hora que habíamos
pasado asignando gente a los vehículos. Por supuesto, el
factor determinante para saber quién iba con qué grupo
era la opinión que tuviese de Orolo y la misión de
encontrarle. Quizás algo de esta aventura atrajese a los
hombres y repeliese a las mujeres.
Éramos doce, sin contar a Ganelial Crade: el número
habitual de un equipo de atletismo o de una unidad
militar pequeña. Durante mucho tiempo se había barajado
la idea de que había sido el tamaño natural de un grupo
de caza de la Edad de Piedra, y que los hombres estaban
predispuestos a sentirse cómodos en grupos de más o
menos ese tamaño. En cualquier caso, ya se tratase de una
anomalía estadística o un comportamiento primitivo
programado en nuestras secuencias, así habíamos
acabado. Pasé algunos minutos preguntándome si Tulia y
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