Page 80 - Anatema - Neal Stephenson
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—Vale, como quieras decirlo —dije, y luego bufé porque


          sabía que me había desarmado; era el equivalente a caerse

          de culo después de que fra Lio me diese un empujoncito.

          No  debería  haber  mencionado  a  Kefedokhles.  Iba  a


          pagarlo caro.

            No pude evitar echar un vistazo por la ventana. La cocina

          daba  al  sur,  al  jardín  de  hierbas  que  ocupaba  la  mayor


          parte del espacio entre ella y las marañas más cercanas: las

          cultivadas por los fras y sures de más edad, que de ese

          modo no tenían que caminar demasiado para cumplir con


          sus tareas. El tejado de ese lado terminaba en un alero muy

          largo para evitar el calor del sol, de forma que la cocina no


          se  pusiese  todavía  más  caliente.  Sur  Tulia  y  sur  Ala

          estaban sentadas a la sombra de dicho alero, justo bajo la

          ventana, cortando ruedas para fabricar sandalias. Ya que


          estaba  encaprichado  de  ella,  no  quería  que  Tulia  oyese

          cómo me aplanaba, y no quería que Ala lo oyese porque


          disfrutaría  demasiado.  Por  suerte,  como  era  habitual,

          estaban  contándose  algo  y  no  tenían  ni  idea  de  lo  que

          pasaba dentro.


            —¿Llamarlo  como  quiera?  Vaya  un  comentario  más

          curioso, fille Erasmas —dijo Orolo—. Veamos… ¿puedo

          llamarlo «zanahoria» o «loseta»? —Hubo risitas a nuestro


          alrededor,  como  gorriones  saliendo  volando  de  un

          campanario.

            —No, pa Orolo, no tendría sentido decir que tras cada


          Saqueo se produce una zanahoria.



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