Page 113 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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tenía que ser una mujer… y no cualquier mujer. Tenía que
ser joven… y virgen. Debía ir a un lugar, en un bosque,
donde se encontraría el Unicornio. Allí se sentaría a esperar.
Eso era cuanto tenía que hacer. No debía moverse,
simplemente, sentarse y esperar… Oportunamente se
aproximaría por entre los árboles el Unicornio, trotando
delicadamente, temeroso pero irresistiblemente atraído.
Con las orejas tiesas, los orificios nasales llameantes,
seguiría acercándose, cada vez más despacio… Y la
muchacha debería quedarse siempre quieta y sentada… Y
el bosque estaría en silencio, sin cantos de pájaros ni
movimiento de criatura silvestre alguna. Sólo se oiría el
ruido de los cascos del Unicornio al pisotear la alfombra de
hojas, a medida que se iba acercando, tanto que su sombra
se interpondría entre la joven y los rayos solares que se
filtraban entre los árboles… De forma que, al arrodillarse
por fin delante de ella, con su hermoso y reluciente cuerpo
temblando, podría apoyar su cabeza en la falda de la
doncella…
La voz del doctor se fué extinguiendo. Siguió mirando
la arena. Algo, en aquella vieja fábula, me conquistó. O
quizás fuera la forma de relatarla, o el tono, o no sé qué. De
cualquier manera, sentí algo en mi garganta, como si tuviera
en ella un engranaje. Eso me enfadó.
—Así qué usted recorrió toda la vía láctea pura decir
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