Page 286 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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Ningún ruido venía desde la arcada, detrás nuestro. Eso era

         peor que cualquier ruido.

                Sujeté a Morbius por el brazo. Trató de escapar, pero lo

         atraje más aún.


                —Huir no servirá de nada… —le dije.

                Su cara era horrible. No podía mirarlo.

                —¡Debe usted “admitir” lo que es, hombre! —insistí.

                —¡No! —respondió. Su voz era una especie de áspero


         murmullo—. ¡Hay que huir! —decía—. ¡Hay que huir!

                Miré a lo largo del corredor de roca. No se oía nada…

                Pero el metal de la puerta estaba cambiando de color.


         Ya  no  era  gris.  Se  había  vuelto  rosa  subido.  Refulgía.  Y

         mientras la observaba, se puso rojo.

                Una ráfaga de aire, mucho más caliente que el resto, me


         rozó la cara.

                —No, Morbius —dije—. No se trata de huir. ¡Mire eso!

                Traté de forzarlo a que volviera la cabeza. Luchó, pero

         lo hice mirar.


                Y vi algo más. Todas las luces de la cámara —todos los

         relais,  todas  las  hileras  de  la  gran  columnata  central  del

         “islote”—  habían  enloquecido.  Se  apagaban  y  encendían,

         guiñando y parpadeando sin cesar. Semejando una danza


         alocada…

                Hice mirar a Morbius.

                —¡Mire la energía! ¡Está afluyendo toda hacia eso de ahí





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