Page 80 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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vez unos diecinueve años. Su cabello era color trigo maduro

         y sus ojos tan azules como el arroyo que corría afuera. Ni

         baja ni alta, sino de la exacta estatura para acompañar las

         líneas  perfectas  de  su  cuerpo.  Lo  cual,  según  la  antigua


         frase, era un espectáculo para ojos doloridos, cada deliciosa

         línea y curva del mismo, cubierta y sin embargo revelada

         por el vestido que llevaba. Era distinto a todos los vestidos

         que yo había visto, pero era tan adecuado para ella como el


         extraño mobiliario lo era para aquella casa. Consistía en una

         sola pieza, y, aunque era suelto, sus líneas eran las de la que

         lo vestía; no una hábil imitación, sino las mismas líneas. Y el


         suave, hermoso género, poseía el mismo fulgor interior de

         todas las otras telas, que había contemplado allí…

                Sólo pudo haber transcurrido un segundo, o algo así,


         pero pareció que hubiésemos estado inmóviles mucho más

         tiempo,  como  una  vista  de  televisión  apiñada  en  un  solo

         cuadro, hasta que Morbius puso las cosas en movimiento

         otra vez. Miró, ceñudo, a la muchacha y se dirigió hacia ella.


                —¡Altaira!  —le  dijo—.  Te  pedí  que  no  nos

         interrumpieras…

                Pese  al  entrecejo  fruncido  y  al  tono  áspero,  era  otro

         hombre. Había calor y sentimiento humanos en todo él, en


         cada sílaba que pronunciaba.

                Ella apoyó una mano en su brazo. En el meñique llevaba

         un anillo que emitía destellos rojo‐sangre, como los de rubí.





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