Page 175 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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cayese del cielo. El viejo conflicto, que hundía sus


            raíces  en  la  decadencia  social,  había  quedado


            reducido a la mínima expresión.

            —Seguí  viajando  —le  dije  a  Nebogipfel—,  en


            saltos  de  mil  años.  La  multitud  de  crustáceos


            todavía  se  arrastraba  por  entre  los  líquenes  y  las


            rocas. El Sol se hacía mayor y más apagado.

            »Mi última parada fue a treinta millones de años


            en el futuro, cuando el Sol se había convertido en


            una bóveda que oscurecía una gran parte del cielo.

            Nevaba, una nieve dura y sin piedad. Temblé de


            frío  y  tuve  que  poner  las  manos  bajo  los  brazos.


            Las  cumbres  de  las  colinas  estaban  nevadas,


            pálidas a la luz de las estrellas, y grandes icebergs

            navegaban por el mar eterno.


            »Ya no había cangrejos, pero permanecía el verde


            vivo de los líquenes. En un banco de arena creí ver

            un  objeto  negro,  que  palpitaba  como  si  estuviese


            vivo.


            »Un eclipse, producido por el paso de uno de los


            planetas  interiores,  hizo  que  una  sombra  cayese

            sobre la Tierra. Nebogipfel, ¡allí se hubiese sentido


            a  gusto!  Pero  yo  sentí  terror,  salí  de  la  máquina


            para  recuperarme.  Luego,  cuando  el  primer  arco

            del Sol carmesí volvió a salir, vi que la cosa en el


            banco se movía. Era una bola de carne, como una


            cabeza  sin  cuerpo,  de  una  yarda  o  más  de


            diámetro,  con  dos  juegos  de  tentáculos  que

            colgaban  como  dedos.  Por  boca  tenía  un  pico,  y








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