Page 176 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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carecía de nariz. Sus ojos, dos, enormes y oscuros,
parecían humanos...
Y mientras describía la criatura a Nebogipfel, veía
con claridad las similitudes entre aquella cosa del
futuro y mi extraño acompañante durante mi
reciente viaje a través del tiempo, la criatura
flotante iluminada por una luz verdusca que había
denominado el Observador. Me callé. ¿Podría ser,
me pregunté, que el Observador no fuese más que
una visita del final de los tiempos?
—Por tanto —dije finalmente—, subí a la máquina
una vez más, tenía miedo de permanecer
indefenso en el frío, y volví a mi propio siglo.
Suspiré, los enormes ojos de Nebogipfel estaban
fijos en mí, y vi, en lo que tenían de humano,
rastros de la curiosidad y la maravilla que
caracterizan a la humanidad.
Poca relación parecen tener aquellos días en el
espacio con el resto de mi vida; en ocasiones el
tiempo que permanecí flotando en aquel
compartimiento es como una pausa momentánea,
más breve que un latido en el gran río de mi vida,
y otras veces me parece que pasé una eternidad en
aquella cápsula, deslizándome por entre los
mundos. Era como si se hubiese desenredado de
mi vida, y pudiese verla desde fuera, como si se
tratase de una novela incompleta. Yo era joven,
trasteaba con mis experimentos, aparatos y
montones de plattnerita, despreciaba las
oportunidades de relacionarme, aprender de la
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