Page 244 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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trozo de beicon con el tenedor, por ejemplo,


                  y le explicó la naturaleza del cerdo.


                  Cuando  Moses  terminó,  Nebogipfel  cogió

                  una sola fruta —una manzana— y se fue con


                  eso y un vaso de agua al rincón más oscuro


                  de la habitación.


                  Yo,  después  de  subsistir  durante  tanto

                  tiempo con la dieta insípida de los Morlocks,


                  no  hubiese  disfrutado  más  de  mi  desayuno


                  aunque hubiese sabido, que no lo sabía, que

                  sería  la  última  comida  del  siglo  diecinueve


                  de la que iba a disfrutar.


                  Ya desayunados, Moses nos escoltó a la sala


                  de  estar.  Nebogipfel  se  instaló  en  el  rincón

                  más  oscuro,  mientras  que  Moses  y  yo  nos


                  sentamos en sillones opuestos. Moses sacó la


                  pipa, la llenó de tabaco y la encendió.

                  Le miré agitado. Su calma me volvía loco.


                  —¿No  tienes  nada  que  decir?  Te  he  traído


                  una advertencia directamente del futuro, de


                  varios futuros, que...

                  —Sí  —dijo—,  es  muy  dramático.  Pero  —


                  siguió, golpeando la pipa— todavía no estoy


                  seguro de si...

                  —¿No estás seguro? —grité poniéndome de


                  pie de un salto—. ¿Qué más pruebas quieres?


                  —Me  parece  que  tu  lógica  tiene  algunos


                  agujeros. Oh, siéntate.

                  Me senté. Me sentía débil.


                  —¿Agujeros?



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