Page 245 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
P. 245
—Míralo de esta forma. Afirmas que soy tú y
tú eres yo. ¿Sí?
—Exactamente. Somos dos fragmentos de
una misma criatura tetradimensional,
tomados en distintos momentos y
yuxtapuestos por la Máquina del Tiempo.
—Muy bien. Ahora pensemos en esto: si tú
fuiste una vez yo, entonces deberías tener
mis recuerdos.
—Yo... —Me callé.
—Entonces —dijo Moses con tono de
triunfo—, ¿qué recuerdos tienes de un
extraño y su sorprendente compañero, que
aparecieron en tu casa una noche? ¿Eh?
La respuesta, por supuesto —¡horrible!,
¡imposible!—, es que no tengo tales
recuerdos. Me volví afligido hacia
Nebogipfel.
—¿Cómo no se me ha ocurrido? Por
supuesto, mi misión es imposible. Siempre lo
ha sido. No podría persuadir al joven Moses,
porque yo no recuerdo haber sido
persuadido cuando era Moses.
—Causa y efecto, cuando hay Máquinas del
Tiempo de por medio, son conceptos
inadecuados —contestó Nebogipfel.
Moses, con su insufrible descaro, añadió:
—Aquí tienes otro acertijo. Supón que estoy
de acuerdo contigo. Supón que acepto tu
historia de viajes en el tiempo, tu visión de la
245

