Page 474 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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y con Nebogipfel cojeando a mi lado, los sol‐
dados dejaron de trabajar como un solo
hombre y nos miraron con curiosidad.
Llegamos al patio formado por los cuatro
Juggernauts. En el centro había un asta de
bandera blanca en la que ondeaba la enseña
del Reino Unido, llamativa, caída e
incongruente. Había un grupo de tiendas en
el patio. Gibson nos invitó a sentarnos en
unas sillas de tela al lado de la mayor. Un
soldado —delgado, pálido e incómodo bajo
el calor— salió de uno de los Juggernauts.
Supuse que sería el ordenanza de Gibson,
porque el teniente coronel le ordenó traernos
algunos refrescos.
Mientras estuvimos allí sentados, el trabajo
del campamento siguió a nuestro alrededor;
era la actividad de una colmena, como pare‐
ce que siempre ocurre en las instalaciones
militares. La mayoría de los soldados llevaba
un equipo completo de jungla con camisa
cruzada y pantalones con tobilleras; en la
cabeza llevaban sombreros ligeros o
sombreros de paja de (me dijo Gibson)
diseño australiano. Llevaban sus insignias
provisionales cosidas a la camisa o al
sombrero, y casi todos portaban armas:
bandoleras de cuero para armas de poca
munición, bolsas de lona, y así. Todos
llevaban las charreteras pesadas que
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