Page 471 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Lejos de la costa el aire era caliente y
pegajoso. Nos movíamos en fila con los
cipayos al frente y a la espalda, y Gibson, el
Morlock y yo entre ellos; llevé al pobre
Morlock en brazos durante casi todo el viaje.
Los cipayos seguían mirándonos recelosos,
aunque después de un rato apartaron las
manos de las pistoleras. Durante todo el
tiempo que caminamos juntos no nos dijeron
ni una sola palabra a Nebogipfel o a mí.
La expedición de Gibson venía de 1944, seis
años después de nuestra huida, durante el
asalto alemán a la Bóveda de Londres.
—¿La guerra sigue?
—Me temo que sí —dijo y parecía muy
triste—. Por supuesto, respondimos al brutal
ataque sobre Londres. Les devolvimos mil
por uno.
—¿Participó en esas acciones?
Al caminar, miró —aparentemente fue un
gesto involuntario— a las cintas de servicio
que llevaba en la túnica. No reconocí
ninguna —no me interesa lo militar y
algunas de aquellas medallas no habían sido
inventadas en mi época—, pero supe más
tarde que eran la Orden de Servicios
Distinguidos y la Cruz y Barra del Aire:
grandes honores, especialmente para alguien
tan joven. Gibson habló sin dramatismo:
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