Page 515 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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curiosas que cavasen en sus jardines en
Hampstead o Kew, cincuenta millones de
años en el futuro.
Era una perspectiva terrible y fútil; ¿y qué —
querría saber Stubbins— era lo mejor que
podíamos hacer?
En medio de un silencio ominoso,
abandonamos el cuerpo quemado de la chica
y continuamos.
No teníamos forma de medir el paso del
tiempo en el bosque y el día era largo en
medio de aquella horrorosa destrucción;
porque incluso el sol parecía haber
renunciado a su travesía diaria por el cielo, y
las sombras de los tocones de los árboles no
parecían ni acortarse ni alargarse por el
suelo. Pero en realidad debía de ser una hora
más tarde cuando oímos un crujido
impresionante que se nos acercaba desde el
interior del bosque. Al principio no
podíamos precisar la fuente del ruido —los
ojos de Stubbins, abiertos y temerosos, eran
tan blancos como el marfil en la penumbra—
y esperamos conteniendo la respiración.
Una forma se acercó, surgiendo de las
sombras quemadas, cojeando y tropezando
con los tocones; era una figura ligera,
claramente afligida, pero, sin duda,
claramente humana.
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