Page 210 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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Sabía que sus ojos eran incapaces de aquello. Y se habían


          dirigido a él en plural.

             Y su cuerpo estaba moviéndose, pero no bajo la dirección

          de su voluntad.


             Hizo un esfuerzo por detenerse, por mantenerse inmóvil.

          Siguió avanzando sendero arriba, y fue entonces cuando


          sus labios se movieron, formando las palabras:

             –Veo que has despertado. Buenos días.

             Una pregunta se formó en su mente, para ser respondida


          inmediatamente a través de su propia boca:

             –Sí, ¿y cómo se siente uno atado a sí mismo, Atador..., en

          su propio cuerpo?


             Siddhartha formó otro pensamiento:

             –No creí que nadie de tu raza fuera capaz de tomar con‐


          trol  sobre  mí  contra  mi  voluntad...,  ni  siquiera  mientras

          dormía.

             –Para darte una respuesta sincera –dijo el otro–, yo tam‐


          poco. Pero tenía a mi disposición los poderes combinados

          de muchos de los míos. Parecía que valía la pena intentarlo.

             –¿Y los otros? ¿Dónde están?


             –Se han ido. A vagar por el mundo hasta que los llame.

             –¿Y qué hay de esos otros que siguen atados? Si hubieras

          esperado, también los hubiera liberado a ellos.


             –¿Quién se preocupa de esos otros? ¡Ahora estoy libre, y

          de nuevo con un cuerpo! ¿Qué otra cosa importa?


             –¿Debo entender, entonces, que tu promesa de ayudarme

          no significa nada?







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