Page 213 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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gran puerta, que ahora estaba abierta. Salió al reborde y


        miró hacia abajo.

           –Dudas  del  poder  de  los  rakasha,  ¿eh,  Atador?  –pre‐

        guntó. Y entonces–. ¡Mira!


           Avanzó un paso por encima del reborde.

           No cayeron.


           Flotaron en las comentes de aire, como los restos de su

        comida que habla arrojado, ¿cuánto tiempo hacía? Hacía

        abajo.


           Se posaron en el sendero a medio camino de la montaña

        llamada Channa.

           –No sólo estoy en tu sistema nervioso –dijo Tanaka–, sino


        que he permeado todo tu cuerpo y lo he envuelto con las

        energías de mi ser. Así que envíame al Hombre de Rojo,


        que bebe la vida con sus ojos. Me gustará enfrentarme a él.

           –Aunque puedas caminar por el aire –dijo Siddhartha–,

        hablas temerariamente cuando hablas así.


           –El príncipe Videgha tiene su corte no lejos de aquí, en

        Palamaidsu –dijo Taraka–, porque lo visité allí a mi regreso

        del Cielo. Tengo entendido que es aficionado al juego. Así


        que allá vamos.

           –¿Y si el Dios de la Muerte aparece para unirse al juego?

        –¡Dejemos que lo haga! –exclamó el otro–. Me estás abu‐


        rriendo, Atador. Buenas noches ¡Vuelve a dormirte!

           Hubo una pequeña oscuridad y un gran silencio, que cre‐


        cía y se contraía.








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