Page 246 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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Parecía una torre de plegarias caída o la llave de la casa de


          un gigante o alguna parte necesaria de un instrumento de

          música celeste que se hubiera desprendido de una conste‐

          lación de estrellas y hubiera caído al suelo. Parecía, de al‐


          gún modo, como algo incompleto, aunque el ojo no podía

          captar ningún fallo en sus líneas. Mostraba esa belleza es‐


          pecial propia de las clases de armas más sofisticadas, que

          requieren que estén funcionando para ser completas.

             Sam avanzó por su lado, encontró la escotilla, entró.


             –¿Puedes manejar este carro, Atador? –preguntó Taraka–

          . ¿Hacer que recorra los cielos, escupiendo destrucción a su

          paso?


             –Estoy seguro de que Yama habrá hecho que tos controles

          sean lo más sencillos posible. Suele simplificar las cosas,


          siempre que puede. He manejado los aparatos a chorro del

          Cielo antes, y apostaría a que éste es del mismo estilo.

             Entró en la cabina, se acomodó en el asiento de control y


          miró el panel ante sus ojos.

             –¡Maldita sea! ––anunció, adelantando la mano y retirán‐

          dola luego.


             El otro rakasha apareció bruscamente, atravesando la pa‐

          red metálica de la nave y flotando sobre la consola.

             –Los dioses avanzan rápido –anunció–. Particularmente


          Agni.

             Sam accionó una serie de conmutadores y pulsó un bo‐


          tón. Se encendieron luces por todo el panel de instrumen‐

          tos, y un zumbido brotó de su interior.

             –¿Está muy cerca? –preguntó Taraka.




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