Page 73 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
P. 73
las, sino con harapos, como era su costumbre en tales oca‐
siones. No iba precedido por caracola y tambor, sino por el
silencio, mientras cruzaba las penumbrosas calles de la ciu‐
dad. Calles desiertas, excepto por algún doctor o prostituta
ocasionales que regresaban de una llamada tardía. Un pe‐
rro callejero le siguió mientras cruzaba el distrito comer‐
cial, en dirección al puerto.
Se sentó en una canasta al pie de un malecón. El alba llegó
para alzar la oscuridad del mundo, y observó los barcos
agitándose con la marea, vacíos de velas, atados a sus ca‐
bles de amarre, las proas talladas con monstruos o donce‐
llas. Cada una de sus visitas a Mahartha lo llevaban siem‐
pre al puerto por un rato.
El rosado parasol de la mañana se abrió sobre el enmara‐
ñado cabello de las nubes, y una fría brisa cruzó los mue‐
lles. Los pájaros carroñeros lanzaron estridentes gritos
mientras se lanzaban desde las inclinadas ventanas de las
torres y planeaban cruzando las aguas de la bahía.
Observó un barco que se hacía a la mar, con sus velas de
lona desplegadas e hinchadas al salado viento, formando
como una picuda tienda. A bordo de otros barcos, seguros
en sus amarras, había movimiento ahora, mientras las tri‐
pulaciones se preparaban para la carga o descarga de los
artículos que transportaban, incienso, coral, aceite y todo
tipo de telas, así como metales, ganado, maderas y espe‐
cias. Aspiró los olores del comercio y escuchó las maldicio‐
nes de los marineros, dos cosas que admiraba: la primera
73

