Page 74 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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porque le traía efluvios de riqueza, la segunda porque com‐
binaba sus otras dos preocupaciones principales, la teolo‐
gía y la anatomía.
Al cabo de un rato, habló con un capitán de barco extran‐
jero que había estado supervisando la descarga de sacos de
grano y ahora se tomaba un descanso a la sombra de las
canastas.
–Buenos días –dijo–. Que tus travesías estén libres de tor‐
mentas y naufragios, y que los dioses te garanticen un
puerto seguro y un buen mercado para tus cargas.
El otro asintió, se sentó sobre una canasta y se dedicó a
llenar de tabaco una pequeña pipa de arcilla.
–Gracias, viejo –dijo–. Aunque rezo a los dioses de los
Templos de mi propia elección, acepto las bendiciones de
todos. Las bendiciones son algo que siempre puede usarse,
especialmente cuando se es marino.
–¿Has tenido un viaje difícil?
–Menos difícil de lo que hubiera podido ser –dijo el capi‐
tán–. Esa ardiente montaña marina, el Cañón de Nirriti,
vuelve a descargar sus rayos contra el cielo.
–¡Ah, procedes del sudoeste!
–Sí. Chatisthan, de Ispar‐junto‐al‐mar. Los vientos son
buenos en esta estación del año, pero por esta razón tam‐
bién arrastran las cenizas del Cañón mucho más aprisa de
lo que nadie puede imaginar. Durante seis días esa nieve
negra cayó sobre nosotros, y los olores del submundo nos
persiguieron, contaminando comida y agua, haciendo que
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