Page 75 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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lloraran los ojos y las gargantas ardieran. Ofrecimos mu‐
chas acciones de gracias cuando finalmente la dejamos
atrás. ¿Ves lo ennegrecido que está el casco? Hubieras te‐
nido que ver las velas... ¡negras como el cabello de Ratri!
El príncipe se inclinó hacia delante para observar mejor
el barco.
–¿Pero las aguas no estaban particularmente alteradas? –
preguntó.
El marino agitó la cabeza.
–Nos encontramos con un crucero cerca de la isla de la
Sal, y supimos por él que nos habíamos librado por seis
días de las peores descargas del Cañón. En ese momento
hizo arder las nubes y levantó grandes olas, hundiendo dos
barcos, que el crucero supiera, y posiblemente un tercero.
–El marino se reclinó, encendiendo su pipa–. De modo que,
como digo, un marino siempre puede hallarle un buen uso
a las bendiciones.
–Busco a un hombre de mar –dijo el príncipe–. Un capi‐
tán. Su nombre es Jan Olvegg, o quizá sea conocido como
Olvagga. ¿Le conoces?
–Le conocí –dijo el otro–. Pero ha pasado mucho tiempo
desde que navegó por última vez.
–Oh. ¿Qué ha sido de él?
El marino volvió hacia él su cabeza para estudiarlo mejor.
–¿Quién eres tú para preguntar? –inquirió finalmente.
–Mi nombre es Sam. Jan es un amigo mío de muy antiguo.
–¿Cuan antiguo es «muy antiguo»?
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